domingo, 9 de marzo de 2014

Pasa sin llamar.



No piques a la puerta ni pidas permiso para entrar, entra sin llamar, cuando y como te apetezca. Si hay cola, cuélate, sabes de sobra que eres el primero que quiero que pase, lo demás puede esperar. Si te pregunto por qué has entrado sin llamar, no me hagas caso, lo estaba deseando, ansiosa de que el pomo se girase y apareciese tu silueta, simplemente me estaba haciendo la dura para no mostrar todas mis cartas. Sin embargo la cola a tu puerta me desquicia, siempre hay gente, siempre hay ruido. Si me cuelo se arma parda, así que ahí estoy, en el pasillo, esperando, como una más.
No hay una relación equitativa y si me frustro puedo echarte en cara los minutos que me tocó esperar, siempre detrás de la puerta, sin llamar. Con la incertidumbre de quien estará dentro, y por qué delante de mí. Yo preocupada y angustiada en el pasillo, sin noticias del interior; y tú en la habitación sabiéndolo todo, lo que pasa dentro y lo que pasa fuera. Con todo bajo control y con la llave para abrir y cerrar la puerta del pasillo, dejar que entre luz o sumirlo en la oscuridad.

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