Escribir
es la respuesta tangible de que algo se ha desestabilizado; y los pensamientos fluyen
sin sentido, de manera cíclica atormentando en cada momento. Escribiendo se
ordenan y estructuran y de este modo se consigue que parezcan menos caóticos.
Mientras se piensan las apalabras adecuadas, estos, no se agolpan en el cerebro
desorientándote, angustiándote, asfixiándote.
Cuando
te sientes emocionalmente inestable pasas de 0 a 100 en segundos y no lo puedes
evitar. Las cosas nimias se maximizan y las importantes menguan hasta casi
desaparecer. Es una balanza que no ha adquirido el sistema internacional de medidas
y se mide según la emoción o la situación que te embargue en ese momento. Las emociones son muy versátiles y por tanto desconcertantes.
No
es una situación agradable no controlar tu propio cuerpo, tus emociones y pensamientos; que en verdad es lo
único que te pertenece, todo lo demás es pasajero e inestable. Solo tú estarás
siempre para ti.
Además
las decepciones no son causadas por los demás, sino por ti mismo. Lo que
nos decepciona son las expectativas y esperanzas que volcamos hacia el
exterior. El hacer construcciones en nuestra mente que poco tienen que ver con
la “realidad”. El que tus expectativas se choquen contra un muro te deja
extenuada, insegura, dubitativa,… Hace deteriora tus creencias, hace mella en ti
y en tu forma de predisposición para enfrentarte al mundo.
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