miércoles, 29 de agosto de 2012

Today.


Dormía con un ojo abierto, temeroso de que le pudiese pasar algo. El tiempo pasaba y él cambiaba. Crecía, se transformaba. Su papel muchas veces invisible, pero su acción notoria y poderosa. Impregnaba de esencia su cuerpo y le hacía pensar. No quería quedarse con solubles pensamientos que se deshiciesen en la noche, quería pensamientos pesados de esos que vuelven a la cabeza en todo momento. Leyes de vía podríamos llamarlo, cultura de la actuación.

Su labor no era fácil, no estaba definida ni preparada. Contaba con el contratiempo de la improvisación, del error inmediato. Nadie le había puesto barreras, ni normas y hacía lo que creía oportuno. No buscaba incomodar, todo lo contrario; quería realizar bien lo que le tocaba, pero no siempre la suerte corría de su lado y eran muchas las veces en las que esta tropezaba y erraba en sus pasos.

No tenía mucho tiempo y no le gustaba pasar en vano por los sitios. Duro era el trabajo que desempeñaba para que su esencia se quedara, aunque en pequeñas porciones, en aquel lugar que parecía estar cargado de la carga negativa que repelía a su carga positiva. Poco a poco y con esfuerzo los polos se iban volviendo neutros y parecía fluir energía entre ambos. Era algo cansado, pero la mínima muestra de mejoría era un afluente de ánimo.

Solía huir de las grandes acciones por miedo a no saber abarcarlas. Sin embargo, en su interior era lo que necesitaba hacer. Necesitaba hacer algo grande, algo bueno, pero siempre, algo invisible. Le gustaba el reconocimiento como a todo el mundo, pero no era eso lo que buscaba. Solo buscaba mejorar un poco aquellos sitios en los que estaba. Una vez le dijeron que tenía una habilidad, hacer pensar a la gente. No sabía si eso era bueno o malo, o si eso implicaba que él también pensaba. Pero poco a poco iba teniendo sentido en su cabeza, y comprendía con mayor exactitud esas palabras.

Era gratificante ver a la gente pensar, las muecas en sus caras, la incredulidad que estas reflejan. Pensando podemos manifestar en nosotros sensaciones escondidas, sensaciones desconocidas; y es probable que muchas ellas desagradables. Porque darse cuenta de las cosas suele doler, no es un paseo entre nubes de algodón de caramelo; es más bien un camino a través de campos de cardos bien afilados.