viernes, 19 de octubre de 2012

Alma.


Es perecedero, con cada barrida se esfuma. Pero no evita que aún esté impregnada su esencia en este lugar. La de quien estuviese aquí, y tenga un recuerdo afable. Está aferrado al gotéele de las paredes, bajo la alfombra o el doblez de las cortinas. Son pequeñas partes del alma que vamos perdiendo allá por donde pisamos; siempre y cuando queramos recordar, por mínimo que sea, ese rincón.

Si encuentras pequeños trozos de otras almas, no los toques, no los muevas. Si lo haces, puedes perturbar su descanso. En tal caso, tus sueños serán invadidos por esos recuerdos. Esto no es necesariamente malo, suponiendo que esos recuerdos deben ser felices. Todo depende de la polaridad de tu alma y la de el dueño o dueña de tal recuerdo. Si vuestras almas se complementan tus sueños serán igual de afables que sus recuerdos, pero sino, tus sueños serán pesadillas. Desearás no haber intentado invadir los recuerdos de aquel que los depositó allí, sin intención de que otro los encontrase.

El riesgo es grande y la fortuna escasa. Te insto a vivir, de la manera más pura y sentida. Si lo consigues, aún sin querer, pedacitos de tu alma se descamarán, para impregnar el espacio con tu carácter. Y serán muchos los que encuentren esa escama y solo tú podrás, revelarles tu alma o negarles la entrada. Crecerá en ti o desaparecerá el recuerdo, en dirección a cuántas veces te reveles o te escondas. La proporcionalidad, directa o indirecta, depende de ti.