miércoles, 5 de septiembre de 2012

Paso.

En mi vida siempre he sido un nexo. Como un andén en el que te bajas aturullado de un viaje para montarte sosegado en el siguiente tren. Soy camino de paso, punto de encuentro. La pieza que une diferentes puzzles. Soy el nudo que estrangula el rio para acortar el camino. Todo pasa sobre, por, en mi y poco queda. Muchas veces las uniones que creo se vuelven duras como los diamantes, tan duras, que no les permite recordar los andenes pisados, los nexos de unión.

Se que mi trabajo es bueno, duradero. Vosotros me lo decis sin hablar. Pero, a veces, quiero algo de estabilidad, compañia en mi efimera pero permanente acción.

Lo malo que tienen los lugares de paso es, que no son importantes, no son ni la salida ni la llegada. Apenas un punto por el que es necesario pasar para poder llegar a donde se quiere ir. Pero su transcendencia en la vida de una persona carece de la importancia de la cual se le deberia otorgar. Por que si tu nunca pasas por él jamás conseguiras llegar al fin que en ese momento deseas.

Cierto es que esto es una generalización. Siempre hay gente que llega por casualidad, se enamora y se queda. Porque este no es el mejor lugar, pero es acogedor, seguro y amable. Aunque todo esto no quita a las asperezas de la a veces sindeceridad. Porque necesario es conocer nuetros errores si nuestra senda queremos mejorar, cambiando los cardos por cuidados y coloridos jardines.