martes, 12 de enero de 2010

Puedo atisbar entre la neblina un surco de extraños resplandores. Restos de la felicidad que desprendes. Un fluido ferviente producido por la ceguera que un amor provoca en tus ojos. Los extraños resplandores consiguen hacerme ver el camino que mi libre albedrío prefiere escoger. Sigo aumentando tras de mi los destellos de felicidad. Un sendero de colores que destacan frente al negro de los abismos, los caminos erróneos. Mis sentidos abotargados por un deseo insostenible de alcanzarte. Los resplandores incandescentes flotan libres en esta evanescente realidad, muestran tu proximidad. Tan próximo que tu olor casi puede mascarse. Avanzo cuan rápido mi pie da paso al otro, sin perder el equilibrio. Balanceo mis manos estableciendo esa armonía que me permite avanzar. Mi logro parece cercano. Consigo vislumbrarte. Tu felicidad se hace más brillante que cualquier estrella de esas que flotan en el espacio estelar. En ese momento mi luz se multiplica, mi felicidad es inmensa. Podría cegar a aquellos transeúntes que me miraran, pero no los hay. Solo estamos tu, yo y la felicidad hermana.

Cada minuto que estás enfadada,
pierdes sesenta segundos de felicidad.