Quizá
quiero ocupar en el juego tu vida una posición que ni siquiera existe en tu
tablero. Y eso me lleva a jugar fuera de la partida y estoy perdida, sin
límites, desbordada. Busco la manera de subirme de nuevo al tablero pero me resbalo
con el bordillo y vuelvo a caer. Me tiendes la mano pero me dejas sobre un fino
hilo y a la mínima vuelvo a precipitarme. Y cada vez que caigo me acerco a mi
tablero, el cual entiendo y del que conozco todas sus fichas y normas, y juego
sola. Y cada vez me cuesta más acercarme al tuyo… espero en la distancia que seas
tú el que tiendas una escalera y vengas a buscarme. Y no me des como ayuda un
fino hilo, sino un puente de maderas rígidas y resistentes. Que ambos unamos
nuestros tableros y mostremos todas las reglas y fichas, y los atajos para que
cuando nos caigamos, podamos volver a levantarnos y entrar en el ring para
continuar con la partida de dos.
No me mandes un mensaje de que puedo volver a intentar subir al tablero, ven y llévame a él. No me preguntes si quiero que vengas a buscarme para volver al juego, ven, cógeme y llévame.
Y evita que juege sola, porque de esta manera tendré más tiempo para crear cárceles, trámpas que cuando te quieras acercar te atraparán y me harán distanciarme.
Y evita que juege sola, porque de esta manera tendré más tiempo para crear cárceles, trámpas que cuando te quieras acercar te atraparán y me harán distanciarme.