martes, 17 de noviembre de 2009

Casi todo en esta vida es pasajero.

Cuantas cosas consiguen escaparse de las manos caprichosas del olvido. Y cuantas otras prevalecen en nuestra mente, aún cuándo imploramos al destino que las lleve. Que veleidoso es el olvido. Que actúa a su antojo, nadie le dicta, nadie le manda; es libre para aparecer y desaparecer cuándo el desea. Cuánto daño produce a veces. El olvido va ligado al paso del tiempo. El tiempo sujeto a leyes naturales, las cuales son imposibles de burlar. Cada segundo que pasa es imposible de recuperar. Nuestra vida es una continua cuenta-atrás. Hasta que nuestro reloj biológico llegue a mostrar cero, cero siglos, cero décadas, cero años, cero meses, cero días, cero horas, cero minutos, cero segundos, CERO. Cuándo marca cero ya no hay vuelta atrás. En ese momento es imposible arrebatar un sólo segundo de vida a la muerte. El fin está dictado. Pero el olvidó ya no depende de ti, continua ahí. Y tú olvido sólo dependerá de la huella que dejaste en vida, en la mente del mundo, de tus allegados. Y confias en que el olvido no actúe con el capricho de borrar tú errátil recuerdo.

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