Aturullaba el gentío a la puerta de la estancia. Nos habíamos aislado. Habíamos encontrado un cosmos en esta caótica sociedad, donde la música nos aportaba toda la armonía que nuestra alma necesitaba para desconectar. A todo volumen dejábamos que las vibraciones del sonido repercutieran en nuestro inerte cuerpo. Abrir la ventana, crear corriente y dejarnos despeinar por el calido viento.
Fuera intentaban crear su propia armonía, a costa de la nuestra, pero no nos íbamos a
Fuera intentaban crear su propia armonía, a costa de la nuestra, pero no nos íbamos a
dejar vencer por los dueños de los cláxones, los gritos,
los platos rotos; por que nosotros éramos los reyes de la música, e íbamos a seguir siéndolo, costase lo que costase.
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