jueves, 12 de noviembre de 2009

Aturullaba el gentío a la puerta de la estancia. Nos habíamos aislado. Habíamos encontrado un cosmos en esta caótica sociedad, donde la música nos aportaba toda la armonía que nuestra alma necesitaba para desconectar. A todo volumen dejábamos que las vibraciones del sonido repercutieran en nuestro inerte cuerpo. Abrir la ventana, crear corriente y dejarnos despeinar por el calido viento.
Fuera intentaban
crear su propia armonía, a costa de la nuestra, pero no nos íbamos a
dejar vencer por los dueños de los cláxones, los gritos,
los platos rotos; por que nosotros éramos los reyes de la música, e íbamos a seguir siéndolo, costase lo que costase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario