martes, 29 de octubre de 2013

Antojo de café.

Por qué no mostrar mi vida como un caos, si lo es. Las agendas están para apuntar los planes, más tarde perderlas e improvisar. El ir cerrando fechas y abrir la agenda en búsqueda de un hueco para tomar el café que en ese momento tanto te apetece, es una tontería. Ese día que apuntaste llegarás y el café ya estará frio; o tu acompañante le habrá echado azúcar, pensado que así te ahorraría tiempo, cuando en realidad se te antojase amargo en esa ocasión, para sentirte más viva y no dejarte engañar por el falso dulzor de las películas americanas con final feliz. Pensaré que no me conoces como yo creía, porque no has sabido esperar a dejarme decidir si lo quería con dos cucharadas de azúcar, con sacarina o sin nada. Y es muy posible que ese día se me antoje amargo solo por llevarte la contraria, cuando bien sabes que me gusta con dos incluso con tres cucharadas de azúcar bien cargadas.

Hoy por la mañana decidí revolver el montón de la ropa que está apilada en mi silla de escritorio (el cual ya casi no uso porque he descubierto que es más divertido leer arropada por el nórdico, o acurrucada junto al radiador), me apetecía ponerme las medias de lunares y no los aburridos vaqueros que elegí anoche cuando lo veía todos oscuro porque estaba enfurruñada con la vida. Hoy aprovechando que llueve y como compañero de mis medias me voy a calzar el chubasquero amarillo, para que se me vea venir. No me quiero esconder, es mejor que sepan por donde me muevo y así no haya sorpresas. Voy a saltar por los charcos y me voy a mojar. No solo mojar, me voy a ensuciar, que para algo se inventó la lavadora, el gel y ese suavizante que me recuerda tanto a ti. Después preveo una ducha larga, sin acordarme ni un momento de la factura de agua que llegará a fin de mes, un día es un día; o quizá luego no me apetezca, qué se yo.

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