viernes, 1 de junio de 2012

Maneras de viajar.


Hay viajes a ninguna parte y viajes a un sitio concreto. Viajes de reencuentro y de huida. Hay distintas formas de viajar, sin moverte del sitio, puedes ir a la luna; a mí me pasa constantemente. También puedes imitar a los pájaros y volar, volar alto, por encima de las nubes. Para volar están los aviones, los helicópteros, los globos,… Tienes la posibilidad de ir por mar, nadando como los pececillos o montado en un bote, una barca o un majestuoso crucero. Por tierra puedes ir más o menos veloz. Todo comienza por ir andando, a pie, es quizá la forma más lenta de desplazamiento. Luego tenemos un artilugio de dos ruedas con el que podemos desplazarnos siempre guardando el equilibrio, la bicicleta. También hay otro artilugio de dos ruedas, pero eso es otra cosa, la moto, con la moto no hace falta pedalear y pedalear, va sola, se desliza. Y está el coche, este ya es de cuatro ruedas y la probabilidad de caer es ínfima; corre más y eso hace que un accidente en él sea más peligroso. Y llegamos a otro trasporte, el autobús, este es más grande y grandioso y es capaz de trasportar a un montón de gente en comparación con los otros trasportes de tierra. Y ya viene mi favorito, EL TREN.

El tren puede trasportar más pasajeros que nadie de los trasportes de tierra; se divide en vagones. En los vagones de los trenes viajan a la vez alegrías y tristezas. Despedidas y encuentros, gentes que van y gentes que vienen. Huidas y búsquedas. Viajan personas, con sus vidas metidas en bolsas, maletas, sobre sus hombros. Y gente tan rica de alma que no necesita equipaje porque todo lo que necesita lo lleva dentro, en el corazón.

Dependiendo del año los paisajes que puedes atisbar tras el cristal van cambiando. Se tornan más grises cuanto más te metes en el invierno. En el otoño se vuelven color tierra y se camuflan formando una espesa alfombra. Hay dorados, marrones, verdes, amarillos,… En primavera hay un baile de color, una danza natural, el sol entra por la ventana y te adormece. Te invita a dormir, soñar recordando lo que dejas atrás o imaginando lo que encontrarás allí donde tu tren se dirija. En verano hay distintos campos, o diferentes tonos dorado por el cereal o una gama enorme de verdes cuanto más al norte te desplazas. Es precioso ver la meseta. Me gustan aún más las vides en otoño, con el sol poniéndose a lo lejos y formando una idílica foto de postal. Hay túneles que parece que no acaban nunca. Como si te estuviesen llevando al centro de la tierra; donde el sol no hace acto de presencia y aún así en el vagón hace un calor típico de los viajes. Y lo mejor es el final del trayecto, cuando ya te enfrentas a tu realidad.

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