Que alguien se lo diga. Que le diga al viento
que sople. Que me gusta la manera en que revuelve mi pelo y acaricia mi piel. La
forma en que quita de mi tez los granos de arena que se pegan tras salir del mar. El modo en que acuna las hojas antes de que topen
con el suelo. La gracia con la que se levanta los días que llevo falda y juega con ella hasta no dejar lugar a la imaginación. Cuando aparece el día que menos le esperas y te vuela los apuntes de una estampa de película mientras estudias en la terraza al sol. El momento en el que te hace sentir poca cosa porque te levanta del suelo y te maneja a su antojo. Su sonido silbante que te acompaña en las noches de tormenta y asusta hasta al más valiente. Que alguien le diga al viento que quiero que se lleve las nubes y que me deje ver el sol. Y poder coger la bici y trasladarme a un mundo mejor, y que sea el viento el que pedalee por mi. Así solo me dedicaré a contemplar lo que el viento hace con el mundo, como si este no pudiese resistirse a su descomunal fuerza.
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