Por qué no mostrar mi vida como un caos, si lo es.
Las agendas están para apuntar los planes, más tarde perderlas e
improvisar. El ir cerrando fechas y abrir la agenda en búsqueda de un
hueco para tomar el café que en ese momento tanto te apetece, es una
tontería. Ese día que apuntaste llegarás y el café ya estará frio; o tu
acompañante le habrá echado azúcar, pensado que así te ahorraría tiempo,
cuando en realidad se te antojase amargo en esa ocasión, para sentirte
más viva y no dejarte engañar por el falso dulzor de las películas
americanas con final feliz. Pensaré que no me conoces como yo creía,
porque no has sabido esperar a dejarme decidir si lo quería con dos
cucharadas de azúcar, con sacarina o sin nada. Y es muy posible que ese
día se me antoje amargo solo por llevarte la contraria, cuando bien
sabes que me gusta con dos incluso con tres cucharadas de azúcar bien
cargadas.
Hoy por la mañana decidí revolver el montón de la ropa que está apilada
en mi silla de escritorio (el cual ya casi no uso porque he descubierto
que es más divertido leer arropada por el nórdico, o acurrucada junto al
radiador), me apetecía ponerme las medias de lunares y no los aburridos
vaqueros que elegí anoche cuando lo veía todos oscuro porque estaba
enfurruñada con la vida. Hoy aprovechando que llueve y como compañero de
mis medias me voy a calzar el chubasquero amarillo, para que se me vea
venir. No me quiero esconder, es mejor que sepan por donde me muevo y
así no haya sorpresas. Voy a saltar por los charcos y me voy a mojar. No
solo mojar, me voy a ensuciar, que para algo se inventó la lavadora, el
gel y ese suavizante que me recuerda tanto a ti. Después preveo una
ducha larga, sin acordarme ni un momento de la factura de agua que
llegará a fin de mes, un día es un día; o quizá luego no me apetezca,
qué se yo.