miércoles, 24 de febrero de 2010

Malos tiempos.

Y vagar por la ciudad, con sus calles ahora vacías. Cubiertas y abrigadas por la espesura de la noche. Dejarme fluir por los adoquines que componen su entramado. Me pierdo cobijada por al soledad que a estas horas baña la ciudad. A lo lejos puedo vislumbrar un haz de luz. Detrás de los tejados por donde resbala el agua de lluvia.
Es tal y como me siento. Siento que la oscuridad se cierne sobre mi. No tengo esa luz que me proporcionan las ilusiones. Las ganas de vivir van menguando. No tengo la chispa de una meta que cumplir. Ando sin rumbo por una vida apagada. Me voy apagando y apago una pequeña porción de la vida de las personas cercanas. Ya ni la luz que me donan de forma austera me sirve para ver por donde pisan mis pies. Mi mirada esta cansada. Necesito reposar, desconectar y recobrar fuerzas para volver a encender el interruptor, prender la vida de la vida.
Siento que mis sentidos necesitan vacaciones, me siento saturada. Necesito encontrarme. Quiero encontrar una meta por la que levantarme cada mañana. Ya no sueño. Y la persona que no sueña esta muerta en vida. Ni las pesadillas me vistan por la noche. Con el día a día me basta, la rutina me envuelve. La rutina consigue que mi vida se abstenga de emociones. El espíritu aventurero que poseía a desaparecido, o confío en que únicamente se haya adormecido y que dentro de un tiempo de ausencia se manifieste, pues lo necesito.
Ni se lo que quiero. Añoro tanto la soledad como el abrigo de un calido abrazo.

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