Es
perecedero, con cada barrida se esfuma. Pero no evita que aún esté impregnada
su esencia en este lugar. La de quien estuviese aquí, y tenga un recuerdo
afable. Está aferrado al gotéele de las paredes, bajo la alfombra o el doblez
de las cortinas. Son pequeñas partes del alma que vamos perdiendo allá por donde
pisamos; siempre y cuando queramos recordar, por mínimo que sea, ese rincón.
Si encuentras
pequeños trozos de otras almas, no los toques, no los muevas. Si lo haces,
puedes perturbar su descanso. En tal caso, tus sueños serán invadidos por esos
recuerdos. Esto no es necesariamente malo, suponiendo que esos recuerdos deben
ser felices. Todo depende de la polaridad de tu alma y la de el dueño o dueña
de tal recuerdo. Si vuestras almas se complementan tus sueños serán igual de
afables que sus recuerdos, pero sino, tus sueños serán pesadillas. Desearás no
haber intentado invadir los recuerdos de aquel que los depositó allí, sin
intención de que otro los encontrase.
El riesgo
es grande y la fortuna escasa. Te insto a vivir, de la manera más pura y
sentida. Si lo consigues, aún sin querer, pedacitos de tu alma se descamarán,
para impregnar el espacio con tu carácter. Y serán muchos los que encuentren
esa escama y solo tú podrás, revelarles tu alma o negarles la entrada. Crecerá en
ti o desaparecerá el recuerdo, en dirección a cuántas veces te reveles o te
escondas. La proporcionalidad, directa o indirecta, depende de ti.