No voy
a esperar a que los sueños tengan el dominio de mi vida. No permitiré que
tengan más peso que la lucha diaria. No quiero que llegue la noche para poder
vislumbrar la vida que quiero. Quiero tenerla y eso no se hace en colchones de
algodón y almohadas esponjosas. Eso se hace sobre cristal, sobre piedra, sobre
ruinas. Con yagas en la piel y heridas en el corazón. No quiero refugiarme en
la comodidad de mi colcha de color. Quiero sangrar de rabia y sonreír de dolor.
De un dolor que curta y me haga fuerte. Para que ni las fuerzas de la
naturaleza me puedan hacer caer. El ritmo de mi caminar lo marco yo. Y mis
tacones repercutirán en tus oídos tanto como mi ímpetu desee.
Si es
necesario me esconderé tras de una máscara. Una máscara que me haga poder ver
mi vida desde fuera y así optar por la mejor opción. Recapacitar. Descansar. Tomar
fuerzas. Pero no para esconderme, si no para entenderme. Porque para ser fuerte
no vale con la fuerza de prestado, necesitas fabricar tu propia fuerza. Al ser
tuya, nadie será capaz de separarte de ella.