La cordura de su locura hizo más ameno el camino. Avanzábamos por valles oscuros, desiertos fríos, cuestas verticales. Era una locura contagiante. Me hacia repetir una y otra vez “me dejare llevar a ningún lugar”. A ningún lugar, siempre y cuando tú fueses quien me llevase. Puede que me conduzcas hacia el camino de la perdición; pero no me importa, siempre y cuando el que me conduzcas seas tú. Puedo perder mi vida, ese bien preciado que siempre traté de salvar, pero no me importa, tú estas a mi lado pera exprimir mi último suspiro de vida si nuestro camino se truncase.
Consigues que mi miedo y mis temores se conviertan en fortaleza y valentía.